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Entrevista a José Miguel Guallar por su novela «Once perros y medio»

«El lunes publicamos en este blog, la reseña del último libro de José Miguel Guallar, Once perros y medio publicado por Independently published. El autor no ha tenido inconveniente en contestar a las cuestiones que le planteaba esta entrevistadora que, según él, hace preguntas bordes. Juzguen ustedes…»

MaudyEntrevista realizada por Maudy Ventosa.

Maudy.- José Miguel Guallar nunca ha tenido pelos en la lengua a la hora de denunciar las contradicciones e imposturas de los seres humanos a través de su literatura. Ahora lo hace a través de Milton. ¿Es más fácil que las señale un perro?
J. M. Guallar.- Milton está a un paso de ganar algún torneo importante de póker amañado, hacer media docena de copias falsas de Tapies para gozo de nacionalistas o, en periodo de vacaciones, aprovechando ausencias, suplantar a una vecina nuestra que es terapeuta y pasar de la escucha activa a dar consejos irreverentes, de los que todos estamos esperando. No sé si es más fácil para un perro, para Milton, está en su naturaleza, como el respirar.

M.- ¿Con qué dificultades se ha encontrado a la hora de utilizar un perro como narrador de su historia?¿cómo nace esta idea?
J. M. G.- Nace de un legítimo deseo de venganza contra algunos editores. Otros, terminan siendo amigos. Escribir novela, que empieza a ser un milagro transgénero, solo hay que ver escritores con seudónimo de mujer para acceder a premios como Planeta, puede ser una tortura si decides de inicio no seguir las modas narrativas. ¿Tu narrador va a ser ¾ aquiescente?¿Vas a seguir con el decimonónico narrador omnisciente? ¿Un atrevido narrador en segunda persona “intradiegético”? ¿O, lo último de lo último…?
Que narre mi perro Milton y lo haga como perro, es un placentero ejercicio. Hasta sus insultos, me caen bien.

M.- Tiene mucha experiencia con colectivos en situaciones de transformación. En ese tránsito, ¿los humanos pasamos por situaciones similares a las que sufre Milton cuando comienza a convertirse en medioperro? ¿Mediohumano o medioperro? ¿Con qué transformación se queda?
J. M. G.- Milton sufre porque comprende, y el conocimiento es una expansión que nos acerca a nuestra esencia como creadores, pero, el conocer, también es un peso tremendo que nos estruja la inocencia.

M.- ¿Es más fácil canalizar nuestras emociones a través de un perro amigo al que nos gusta cuidar, o ejercer ese cuidado ya en sí terapéutico?
J. M. G.- Con todo respeto a la entrevistadora que solo hace que desplegar su inteligencia, esta pregunta es borde. No tiene salida o, si la tiene, vas al diván directamente.
Desde que nací he vivido con perros. Nunca con mascotas, siempre con buenos compañeros de aventuras. Creí un tiempo que los cuidaba y eso me daba un toque baratillo de “persona de buen corazón”. Ahora sé la verdad que se esconde en mi relación con ellos: cierto que hay un mutualismo, pero en lo profundo son mis terapeutas de excelencia y mis mejores instigadores. Ahora mismo, escribiendo esto, tengo a mis perros Milton & Báztan a mis pies, fresquitos, que han venido de nadar del lago y me instigan: <<Dilo, chico, dilo. ¿Para qué te vas a guardar nada, si hasta lo que les desagrade a otros, les puede servir algún día?>>

M.- ¿Los humanos tendemos a apropiarnos de virtudes que no nos corresponden? Cuando se las atribuimos a los perros ¿es porque queremos hablar de nosotros mismos?
J. M. G.- Hablar de nosotros mismos es el fentanilo de nuestra sociedad narcisista. Es una droga muy barata, que nos engancha en días y que termina haciéndonos zombis. (Los zombis son la gran tenebrosa metáfora de nuestra sociedad del bienestar, a costa de otros, claro). Creemos tener virtudes boomerang, esas que no ayudan a nadie, pero vuelven a nuestra mano. Si se las endosamos a nuestros perros es porque así nos podemos dar unos cuantos chutes al día hablando de nosotros.
Los perros tienen cualidades vigorosamente naturales que ahora se empeñan algunos en castrar. Si fuésemos capaces de entenderlas y por qué llevan cuarenta mil años con nosotros, quizá empezáramos a respetarlos.

M.- Un buen perro ha de ser como la sangre: capaz de llegar a nuestra herida sin esperar a que lo llamen… ¿Qué pretende trasmitir con esa afirmación?
J. M. G.- Los buenos perros poseen un espectro amplio para percibir nuestro dolor como humanos. En muchas ocasiones antes de que tomemos conciencia de que estamos muy, muy jodidos, nuestro compañero canino se acerca y nos lo dice y señala nuestra herida. Un milagro estremecedor y un prodigio de compasión.

M.- Además de la percepción olfativa de los perros, llama la atención su sensibilidad. ¿nos aprovechamos de ella o la tememos?
J. M. G.- Los necesitados, yo entre ellos, nos aprovechamos muchísimo de la sensibilidad de nuestros compañeros caninos. Los sobraos, la temen. Una anécdota de Sigmund Freud al que casi nadie consideraría “necesitado”, pero era humano. Tuvo dos perritas sucesivas ChowChow. En Viena y luego en Londres en su exilio, las enviaba a recibir las visitas nuevas de pacientes y después observaba su reacción. Sus hijas y colegas las odiaban –por lo certero de sus diagnósticos, supongo- y las llamaban las Co-Terapeutas.

M.- No hay nada humillante en que nos dejen. Solo significa que, en esta vuelta, la vida nos ha adelantado. ¿Solo sirve esa aseveración para los humanos?
J. M. G.- ¿Alguien puede creer que un perro usaría la expresión “me ha dejado” por la muerte de otro compañero perro? La expresión “me dejó” refiriéndonos a alguien querido que muere, es el colmo del narcisismo. Viene a decir algo así: ¿Cómo se atrevió esa mala mujer o mal hombre a dejarme? ¡¡¡ A MÍ !!!
No tengo idea de lo que diría un perro cuando eso pasa. Sobre todo, quiero pensar lo que sentiría: un vínculo fuerte roto y una seguridad con el otro que ha estallado en mil fragmentos que ahora flotan.

M.- El autor conoce en profundidad el mundo canino, razas, comportamientos, cuidados… ¿cualquiera puede ser dueño de un perro?
J. M. G.- En muchos países se necesita una acreditación de haber pasado unas pruebas. Estoy de acuerdo porque conlleva diligencia y responsabilidad hacia el perro y el resto de los ciudadanos. Pero hay desalmados que los tratan como recipientes para cargar su frustración y violencia. Hablo de un delincuente con perros a los que hacen de pelea y terminan muriendo de sobreesfuerzo, o de personas que dicen ser megaempáticas y que engordan quince o veinte kilos a su perro a base de “cuidados” hasta que palma pronto después de tropecientas intervenciones.

M.- Milton es un gran contador de historias, le gusta salir al campo al amanecer, es intuitivo, inteligente… ¿Se parecen los perros a sus amos? Porque me suena que AD se parece a un escritor que pasea al amanecer, ama a los perros, tiene amigos con los que compartir viandas y experiencia y mucho que contar de las relaciones humanas… ¿Cuánto hay del autor en este personaje?
J. M. G.- Es mutua la influencia. Yo me voy pareciendo a Milton, pero hay cualidades que las trajo de serie como bordercollie y a las que no puedo aspirar. Pero me gustaría.

M.- ¿Los perros también pueden ser impostores?
J. M. G.- Los mejores. Mienten con estilo. En plan serie británica de los cincuenta sosteniendo el té o el whisky. Cojeras graves a las que siguen curaciones milagro si ven la correa, para salir, en la mano; atracos bien planeados a la nevera; manifestar culpa y angustia por haberla liado parda y al salir del recinto los espías y bostezan de aburrimiento diciendo: <<Pobrecillo, se lo ha tragao otra vez>>

M.- ¿Cuáles son sus próximos proyectos?
J. M. G.- Una novela de amor. Me doy cuenta que es algo tentador escribir una novela así. Hay momentos en que decides, como en los dramas y tragedias clásicas, cargarte a los protas y su séquito de personajes. El amor, aun como fuente de creación, puede ser una emoción siempre excesiva que coloniza todo a su alrededor.
Pero voy avanzando con la novela que arranca en Irlanda. Esta semana solo he matado a los protagonistas tres veces. Progreso.

M.- ¡Incorregible Guallar! Deseando saber qué pasa por Irlanda…
De momento, les regalo -con permiso de los protagonistas y cedida por el autor- una foto de Milton & Báztan. Y otra del autor, por supuesto.

perros

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Como complemento pongo un vídeo en el que José Miguel Guallar nos habla de su libro Once perros y medio.

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«Once perros y medio», de José Miguel Guallar

La dicha
de ser perro y ser hombre
convertida
en un solo animal
que camina movido
por seis patas
y una cola de rocío -Pablo Neruda-

MaudyReseña escrita por Maudy Ventosa.

José Miguel Guallar, fundador de TESARIA y experto en colectivos en situaciones de transformación, acaba de publicar en la Editorial: Independently published su último libro, Once perros y medio. Y esta vez el protagonista no es un experto director de operaciones en contrainteligencia financiera; es un bordercollie de pueblo llamado Milton. Un perro que sabe escuchar y observar y que a veces, se convierte en medioperro… y cuando esto ocurre, paga un precio demasiado alto por conocer.

Cubierta de 'Once perros y medio'

Cubierta de: ‘Once perros y medio’

Once perros y medio, consta dediecisiete historias — ¿o andanzas? —, a través de las cuales, Milton —narrador en primera persona—, va contando al braco húngaro Trasto y a la wippet Lady, las aventuras que escucha en las tertulias que sus dueños mantienen los viernes con un grupo de amigos. Es un excelente fabulador que gusta de adornar y exagerar las hazañas para alimentar su ego y aportar sus propias reflexiones sobre las imposturas y contradicciones de estos humanos, que creen conocer a los perros tras una relación que dura ya cuarenta mil años. Nada más lejos de la realidad. Afirma que los humanos hablaban de nosotros, los perros, cuando querían decir algo sobre ellos, los humanos, que necesitaban adornarse de virtudes que solo eran nuestras. Alardeamos de cuidar a los perros cuando, según Milton, si no fuese por nosotros, gran parte de sus emociones les saldrían en crudo y solo producirían malas digestiones. Sirven, pues, como catalizador de nuestras emociones, como tamiz que filtra y repara dolores, pérdidas y amores (esto tengo que preguntárselo al autor…). Y solo con darles unas caricias y algo de refuerzo positivo. Sale barata la reparación que proporcionan a corazones solitarios y heridos. Es más, ¿influyen en nuestras decisiones y comportamientos?

Es impensable que en un libro de José Miguel Guallar no haya una parte didáctica. En este caso, se centra por completo en historias que tienen como protagonistas a los perros y de las que siempre se extrae una enseñanza. Nos recuerda la expedición al Polo Sur, con el ambicioso Amundsen y su equipo, en la que no quedó un solo perro vivo. Se los comieron. Y, además, la carrera la ganaron los noruegos. La historia le sirve para explicar el condicionamiento al que son sometidos los animales y cómo el mismo grupo de perros ejerce un rol de control cuando alguno quiere ir por libre. Muy interesante también el estudio del psicólogo social Zimbardo, llevado a cabo en la Universidad de Stanford, en el que un grupo de estudiantes asumía el papel de presos y el otro el de carceleros. Este mismo psicólogo fue el encargado, años más tarde, de explicar la locura sádica de los soldados con los presos yihadistas. Estremece el capítulo tres, en el que se narra la enajenación de Stalin para lograr un perro que superase al pastor alemán. En el campo de exterminio canino ruso, chenil Estrella Roja fueron sacrificados más de 20.000 perros para lograr el cruce deseado, en la primera etapa. Dirigía el estudio un genetista, nobel, de corazón helado, hasta lograr el terrier ruso negro. Chernóbil también tiene su lugar en este libro, con los perros radioactivos y los comportamientos extraordinarios que empezaron a tener tras sobrevivir a la explosión ocurrida en uno de los reactores de la planta nuclear.

Pero no todas las historias son tan duras, Milton y sus amigos viven aventuras fantásticas con sus dueños en el descenso de la Garganta de Ardèche; acuden a un concurso internacional de perros de trabajo; trabajan con presos o nos cuentan de qué va el curso de FP de grado en “Técnico en trashumancia y pastoreo”.

José Miguel Guallar y Maudy Ventosa

José Miguel Guallar y Maudy Ventosa

El autor gusta de salir al amanecer a pasear con sus perros por la sierra, por lo que no es de extrañar que en esta obra participen todos los sentidos cuando describe el lugar en el que viven, nuestro jardín comunicaba directamente con los pinares y abetos donde los olores a jabalíes, vacas, cabras y corzos eran muy intensos, o cuando narra una aventura en León, el Valle del Silencio y nos traslada a esos bosques de castaños y chopos, poblados de liebres, pájaros con cantos de gran profundidad, halcones, rio de aguas limpias, rayones, jabatos…

El perro es el mejor amigo del hombre porque los acompaña a la muerte. Y es tan importante en nuestras vidas, que hemos intentado inmortalizarlos a través de las pinturas que aparecen colgadas en las más importantes pinacotecas del mundo, en los poemas que les dedicamos o en las canciones que entonan los trovadores. De ahí que a Milton le guste que canten los humanos; él podría ser el primer semiperro trovador, porque sabe que, para ser trovador, hay que tener alma de ladrón de secretos… lo haría cuando sale al amanecer con AD: robar secretos a los pájaros y animales en un momento de descuido. Y eso lo sabe hacer muy bien.

Escuché alguna vez que no te puedes fiar de alguien al que no le guste beber. No sé si es cierto o no; de lo que sí estoy segura es de que no puedes confiar en alguien que no ame a los perros.

El miércoles, en este mismo blog, la entrevista con el autor.

PERSONAJES:

  • Milton, pesa 18 kg. Es un bordercollie, de pueblo; un rural outsider. Narrador y conocedor de muchas historias, gracias a que sabe escuchar y a sus interesantes dueños. Le gusta el bacalao.
  • AD es un humano reservado, pero entusiasta para casi todo; alguna vez tuvo que ser perro porque pensaba en perro y decidía a golpe de instinto, miraba a las chicas guapas como perrito y siempre encontraba salidas para escaparse.
  • Kobina es delgada, fibrosa y ágil gracias a la práctica del yoga; es una polaca segura y fiable. Los viernes es día de tertulia en su casa de la sierra. Son los dueños de Milton.
  • Yukon, una perrita bullmastiff, raza británica cruce entre mastín y bull-dog. Es preciosa, de piel atigrada, ojos ámbar y músculos bien definidos. Su aroma es irresistible.
  • Trasto, es el braco húngaro de Mercedes. Le falta control y disciplina, pero es joven y bravo. Las historias de fantasmas y terror lo alteran muchísimo.
  • Lady, la wippet, galga pequeña de Victoria. Dicen que tiene poderes.

Y Victoria, la amiga veterinaria, una maga con mucha ciencia; y Mercedes, la soñadora del grupo, y Antonio, su marido, editor de publicaciones científicas, un gran seductor contando historias; y Julio, un humano decidido y generoso…

Jose Miguel Guallar

José Miguel Guallar

El autor:
José Miguel Guallar fundador de TESARIA® Transiciones ha dirigido junto a su equipo, durante más de 25 años, proyectos de estrategia y desarrollo con alta proyección expansiva para grandes organizaciones en Europa y América. Bajo el concepto de «fortaleza psicológica» ha diseñado en Boston y Madrid modelos de intervención en liderazgo que han sido apreciados por su utilidad y precisión en el uso de tiempos.
Su experiencia con colectivos en situaciones de transformación y su curiosidad hacia distintas disciplinas de las ciencias sociales lo han conducido de manera natural a la escritura. Ha publicado las obras Magister NavisTransiciones, atreverse a vivir dos vecesMarkus Leonthier IMarkus Leonthier: El Achachila; La cisterna de Nur; Markus Leonthier: El tatuaje de Praga; Once perros y medio es su última novela.

El libro:
Once perros y medio ha sido publicado por Independently published (19 abril 2022). Encuadernado en rústica, tiene 304 páginas.

Como complemento pongo un vídeo en el que José Miguel Guallar nos habla de su novela Once perros y medio.

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Para saber más:
https://www.facebook.com/jmiguel.guallar

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