Archivo de la etiqueta: El invierno de los jilgueros

Entrevista a Mohamed El Morabet por su novela «El invierno de los jilgueros»

«El invierno de los jilgueros es una novela magnífica, para saborearla despacio, para disfrutarla, para pararse un momento y reflexionar, para apropiarse de cada frase. XV Premio Málaga de Novela, autor: Mohamed El Morabet, publicada por Galaxia Gutenberg»

MaudyEntrevista realizada por Maudy Ventosa.

“NO CREO QUE EXISTA BELLEZA EN EL DOLOR. EL DOLOR HACE SUFRIR Y MUCHO. LA BELLEZA VIENE DESPUÉS. EL EXTRAORDINARIO EFECTO DE LA BELLEZA ES TRANSFORMAR NUESTRO RECUERDO DEL DOLOR Y MITIGARLO”.

Maudy.- ¿No son necesarias frases largas y elaboradas para invitar a la reflexión? ¿Se consigue un mayor impacto, cuando quieres tocar el corazón del lector, si utilizas frases cortas y contundentes?
Mohamed.- No lo sé. Creo que tanto las frases largas como las cortas sirven de igual modo a las intenciones que el autor quiere imprimir a través de sus palabras. Aunque reconozco que, desde el principio, al empezar a escribir El invierno de los jilgueros me salieron frases cortas. Creo que fue una exigencia del propio tono de la novela.

M.- Dos narradores distintos pero complementarios que se encuentran y surge la magia. ¿Se necesita inocencia o admiración para que se produzca el acercamiento?
Moh.- Si hay admiración es mucho mejor. La inocencia siempre viene bien también. Pero lo que creo indispensable es la curiosidad por conocer a la otra persona.

M.- Un personaje teoriza e induce a la reflexión, el otro es pura emoción y sueños. ¿Por qué no se rompen en pedazos ante la adversidad?
Moh.- Porque cada uno de ellos aprende a conocerse mejor. Y se aferran, tanto Olga como Brahim, a lo que mejor les sienta y les hace sentirse seguros por momentos. En el caso de Brahim es su rutina, dibujar su horizonte de siempre, por ejemplo.

M.- ¿Los capítulos cortos ayudan al escritor a centrar la acción?
Moh.- No sabría teorizar sobre el efecto de los capítulos cortos. En mi caso, me sirvieron para tener en mente escenas nítidas y puede que sirvan para que la acción avance de forma proporcionada.

M.- ¿Necesitamos establecer rutinas para mantener el equilibrio y la estabilidad?
Moh.- Soy un auténtico forofo de la rutina. No necesito hacer cosas extraordinarias ni excepcionales para sentir que mi vida tiene sentido. El equilibrio es levantarte por la mañana y tener la certeza de que vas a desayunar la misma infusión y la misma barrita con tomate y aceite de oliva que desayunaste ayer y antes de ayer.

M.- ¿Cómo se percibe ese vacío que impregna la ciudad por las noches?
Moh.- Imagino que hay múltiples sensaciones ante el mismo vacío. En una ciudad bulliciosa, cuando una noche descubres que está vacía y es silenciosa, te sobrecoge. Porque te hace entender que tú también formas parte del ruido diurno que la conforma.

M.- Es una novela tremendamente sensorial, ¿Influye la luz, el mar…? ¿Cómo ha jugado con los sentidos?
Moh.- Sinceramente, no lo he pensado mucho. Quería construir un personaje principal, Brahim, como un bonachón. Lo demás fue surgiendo. Es mérito de la rutina, creo.

M.-Los españoles, a los ojos de un niño, suponen desesperanza y desconcierto…
Moh.- No creo. En la novela al menos no da esa sensación.

M.- ¿Por qué se parecen el desierto y la vejez?
Moh.- Por la extraña asociación que me inducen la aridez y un cuerpo arrugado. Y, tal vez, porque ambos conceptos me remiten a algo que está a punto de ser finiquitado.

Mohamed 1

M.-¿Cómo se habla a través de la mudez?
Moh.- Con la sonrisa.

M.-¿El carácter de un joven que pierde la inocencia se puede tornar seco, arenoso e inhabitado?
Moh.- En algunas circunstancias sí. El paso hacia la madurez siempre conlleva una dosis de realidad amarga. Y esa dosis se manifiesta en el carácter.

M.-¿Cómo se consigue alargar la presencia de la persona que acabas de perder?
Moh.- Con el recuerdo. De hecho, todos estamos hechos de recuerdos. Nuestro gran enemigo es el olvido. Y cuando nos percatamos de ello, más todavía ante la muerte de alguien cercano, lo intentamos remediar ejercitando nuestra memoria.

M.-¿Es el mar generoso con los desechos y tacaño con las esperanzas?
Moh.- Siempre. Que los lectores consulten sus experiencias con el mar y comprobarán que la regla se cumple.

M.-Inmigración y emigración ¿son el anverso y el reverso de la misma moneda?
Moh.- Puede ser. Son miradas particulares de un acto tan humano y arcaico: viajar.

M.- ¿Para escribir bien hay que ir a lo concreto, sin fluctuaciones?
Moh.- Ojalá tuviera la receta de cómo escribir bien. Yo creo que cada texto, cada historia, exige un modo de ser contada. A veces requiere de divagaciones, florituras y otras veces, no.

Y lo bonito es que ambas formas son válidas y necesarias.

M.-¿Se puede echar de menos el silencio del que se ha ido?
Moh.- Echar de menos a la persona querida que fallece es nuestra forma primitiva de mantenerla viva en nuestro recuerdo. Es nuestra pequeña lucha contra el olvido.

M.-Silencio, sueños rotos, dolor, nostalgia… ¿Los protagonistas escapan del sufrimiento a través de la belleza que crean con la pintura y el sosiego que procura la música al alma?
Moh.- Los protagonistas intentan que las dimensiones que proporciona la belleza del arte les impregne y, al menos, alivie un poco la sensación de desasosiego que les invade.

Y la belleza, si sirve para algo, es para paliar nuestro dolor.

M.-¿Cómo podemos prepararnos para que un ser querido salte de una galaxia a otra? ¿La enfermedad derriba las defensas?
Moh.- No existen manuales que nos preparen para cuidar de una persona con alguna enfermedad mental. Aprendemos sobre la marcha, a base de acierto y error. Aprendemos a ser empáticos, a ser pacientes, aunque en algunos momentos llegamos a sentir que tiramos la toalla.

M.- Hablar en silencio… Acariciarse con la mirada. ¿Es posible que exista tanta belleza en el dolor?
Moh.- No creo que exista belleza en el dolor. El dolor hace sufrir y mucho. La belleza viene después. El extraordinario efecto de la belleza es transformar nuestro recuerdo del dolor y mitigarlo.

M.- ¿Cómo ve Mohamed el horizonte cuando no tiene cerca el Mediterráneo?
Moh.– Mudo. Pero siempre susurrándome historias para contar.

Mohamed El Morabet con Maudy Ventosa

Mohamed El Morabet con Maudy Ventosa

Deja un comentario

Archivado bajo Literatura, Literatura, Narrativa, Por Maudy Ventosa

«El invierno de los jilgueros», de Mohamed El Morabet

♦XVI PREMIO MÁLAGA DE NOVELA 2022♦

«La brisa del Mediterráneo es sedosa. Quizá viene a morir a esta tierra solo para embriagar de suavidad la madrugada. Su aroma cambia en función de la estación del año, de la dirección del aire.»

MaudyReseña escrita por Maudy Ventosa.

El XV Premio Málaga de Novela ya tiene ganador. Absolutamente merecido. Se trata del escritor nacido en Alhucemas –Al Khozama– (cuyo nombre original fue Tagsut, o Tijdit), Mohamed El Morabet con la novela editada por Galaxia Gutenberg, “El invierno de los jilgueros”.

Cubierta de 'El invierno de los jilgueros'

Cubierta de: ‘El invierno de los jilgueros’

Si alguien pensaba que un texto escrito con frases cortas no podía albergar emoción y belleza, estaba totalmente equivocado; la novela de Mohamed es un ejemplo de ello. Tenemos dos narradores en primera persona, la mirada de un niño inocente que solo conoce la pequeña ciudad que describe de manera sobria y poética, que narra su vida y la de sus vecinos, sus reflexiones, su miedo y dolor ante la pérdida primero del hermano, después de la madre, más tarde del amor y los sueños y otra vez del hermano; sin romperse. Cuando alguien pierde a un familiar, enseguida busca en otras personas sus gestos, sus rasgos íntimos, lo imperceptible que de pronto cobra fuerza, se agiganta y cubre nuestro horizonte de pistas. No se busca para sustituir a la persona perdida, sino para alargar su presencia.
El otro narrador es una mujer joven, de treinta años, que viene de Madrid y escribe en su cuaderno su llegada a la ciudad y su afán por crear un hogar, aunque no sabe cómo encarar la nostalgia. Ambos aman la pintura, la música, la luz y los sueños. Están condenados a encontrarse y a amarse, a pesar de la diferencia de edad, de estatus y de prejuicios sociales. En Tetuán. Donde el colorido anda por las calles y sus habitantes acaban las conversaciones sin remate.

Mohamed El Morabet con Maudy Ventosa

Mohamed El Morabet con Maudy Ventosa

Es una novela tremendamente sensorial. La luz espléndida del Mediterráneo se cuela en cada página, las baldosas ajedrezadas de la calle vigilan el caminar, las mantas con dibujos de tigres colgadas en las azoteas observan desde arriba; impregnan el aire los olores a mar, a salitre, a la fatiga de los pescadores, a una casa que huele a falta de sueño, a boquerones fritos, a lavanda silvestre que viene de los tres montes que circundan la ciudad; un horno en el que se amasa el pan en compañía de Satie y se hornea con Debussy. Hoy empiezo con la Sinfonía n.º 2 en do menor de Mahler. Resurrección. La música está siempre presente. Bach, Chopin, Debussy, Satie, Mahler, Johnny Cash, Luz Casal, Queen, Bonnie Tyler…; el sabor exquisito de las rosquillas recién cocidas, el de los pescados fritos, el agua que Mimuna deja a la puerta de su casa para que nadie tenga sed; los delirios dactilares cuando se deposita un beso en cada lunar de un lienzo de cuero interminable…Cada frase rezuma sensibilidad, poesía elegante. Determinación, seguir adelante. Y mucho amor.

El invierno de los jilgueros habla de relaciones. De las que establece la madre viuda con sus dos hijos y de cómo el amor no es suficiente para salvar al mayor de una historia que decidieron los hombres; de la que tienen los dos hermanos dedicándose el uno al otro e intercambiando los papeles cuando uno de los ellos se rompe. Mohamed habla de comunicarse a través de la mudez, como hacen madre e hijo; de las miradas confidentes entre los amantes; aprender a quejarse sin palabras; de cómo los Brahim y Musa hablan en silencio acariciándose con la mirada; de los silencios traicioneros o de hablar con una lengua de colores, como hace Olga… La pintura, la música o la mirada sin voz son suficientes para establecer lazos, para que el otro sepa que estás ahí. Relaciones sin palabras.

Hay también una búsqueda consciente de alcanzar la normalidad a través de lo cotidiano, de establecer rutinas que ayuden a salir adelante. En un momento se da cuenta de que todo se derrumba y él se mantiene firme. Es una actitud de él. Tesón y firmeza en aferrarse a lo cotidiano. La idea de la rutina para mí es muy importante, por eso cuenta los pasos. Nos cuenta Mohamed en la presentación de la novela, con Elvira Lindo y Joan Tarrida en la Librería Machado.

Presentación

Hay también reflexiones profundas de vida transmitidas desde la más pura inocencia de un niño que no sabe que está a punto de pasar algo irremediable: del desierto no se regresaba, porque el desierto es el desierto. Era como la vejez. Una vez alcanzada solo cabía resignarse y aceptar la amabilidad de un cuerpo senil. Parecido al abrazo de un adiós incierto. Porque cambia la percepción de la vida cuando cambian las circunstancias y te arrancan de golpe la pureza y los sueños. El carácter del hermano se tornó seco, arenoso e inhabitado. Y tal vez, acabó atrapado entre la arena seca y un sol que deslumbra.

Mohamed necesita que en sus novelas salga Madrid –confiesa–, ciudad en la que lleva viviendo varios años. Y ahí está Olga, en una ciudad pueblerina que se las da de moderna…

El invierno de los jilgueros es una novela deliciosa que he disfrutado despacio, serena y emocionada, sin poder contener una lágrima traicionera al final. No olvidéis que vendrá la noche y olerá a brisa de mar. Siempre pensaré en esta obra cuando contemple un cuadro en el que aparezca la línea del horizonte…

Agradezco a Mohamed la entrevista que publicaremos mañana.

¡Enhorabuena Mohamed El Morabet por tu obra y tu premio!

PERSONAJES:

  • Brahim Isri, el narrador. Empezó a dibujar a los ocho años. Con dieciséis, es un chaval flaquísimo, dibuja con destreza. Es ordenado. Labios carnosos que forman un pliegue perfecto. Mirada clara, aunque esquiva.
  • Mina, la madre está muy delgada. Hay una foto en casa de la mano del padre y ella sonríe. Su cabello olía a jabón de Marsella, la fragancia de los abrazos que me despedían por las mañanas.
  • Musa, su hermano, muy inteligente y le cuida mucho porque su padre murió cuando cumplió 2 años. Heredó un mundo en descomposición que cavó su guarida. Mi simple presencia retrasaba su cita con la libertad…
  • Olga Navas, segunda narradora, de Madrid va a Tetuán como profesora durante tres años, a la escuela de Bellas Artes. Lee por tercera vez a Delacroix. Cada vez se siente menos cohibida, será por vivir sola.
  • Mimuna tiene un hijo que se llama Nabil y trabaja de camarero en un bar del puerto, siempre volvía a casa con pescado de regalo, que compartía con ellos. También les regalaba botellas de aceite.

Y también están Isaac, el compañero de pupitre que tiene granos en la cara y es tímido; y Javier, que lleva siete años en Tetuán y también estudió en la escuela de Bellas Artes donde dio clase de escultura dos años y luego montó el taller cuando se le acabó el contrato; y Maribel, que es de Barcelona. Charnega, preciosa. Expansiva. Ríe, habla, gesticula. Lleva en Tetuán tres años y da clase de Lengua y Literatura en El Pilar y Jamal, compañero del cole que vive casi al final de su calle… y los demás, que tendrás que encontrar.

Lee y disfruta de un fragmento de la novela.

El autor:Mohamed El Morabet
Mohamed El Morabet nació en Alhucemas en 1983. Reside desde 2002 en Madrid. El invierno de los jilgueros es su segunda novela.

El libro.
El invierno de los jilgueros ha sido publicado por la Editorial Galaxia Gutenberg en su Colección Narrativa. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 288 páginas.

Como complemento pongo un vídeo en el que Mohamed El Morabet nos habla de su novela El invierno de los jilgueros.

.
Para saber más:
https://twitter.com/grupomohamed
https://www.facebook.com/mohamed.elmorabet.18

Deja un comentario

Archivado bajo Literatura, Literatura, Narrativa, Nombramientos y Premios, Por Maudy Ventosa