El 24 de octubre de 1942 nacía en Medellín, Colombia, Fernando Vallejo, escritor y cineasta que renunció a su nacionalidad colombiana y adquirió la mexicana en 2007. Ha recibido numerosos reconocimientos por sus obras —incluido los premios Rómulo Gallegos y FIL de Literatura en Lenguas Romances—, y se distingue por ser un ácido crítico de la Iglesia Católica, la manera de hacer política en Colombia, la falsa moral, la física, los formalismos. Es un acérrimo opositor del expresidente Álvaro Uribe. Dos novelas suyas —El desbarrancadero y La Virgen de los sicarios— figuran en los 15 primeros lugares de la lista confeccionada en 2007 por 81 escritores y críticos hispanoamericanos y españoles con los mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años.
Archivo diario: 24 octubre, 2013
«Todo lo que era sólido» de Antonio Muñoz Molina
Hace falta una serena rebelión cívica. Hay cosas inaplazables.
Lo primero es felicitar a Antonio Muñoz Molina por el merecidísimo Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013.
El pasado 3 de octubre en la librería Méndez en la madrileña calle Mayor tuvo lugar una conversación en la que participaron el escritor y ensayista Antonio Muñoz Molina, y el escritor y periodista Jesús Marchamalo. Fue una hora y media en la que, aunque la librería estaba «hasta la bandera», de allí no se movía nadie. No es de extrañar, pues con un diálogo muy fluido los dos escritores desgranaron los apartados más «importantes/impactantes» que encierran los 104 capítulos.
La mejor publicidad del libro ha sido el boca-oreja, pues creo que a nadie se le ha escapado que el libro es una pequeña bomba de relojería. Muñoz Molina da cuenta en estas páginas del dispendio continuado que desde las administraciones públicas se hizo alegremente, tan alegremente que eran todos muy felices, siempre de viajes y conmemoraciones e inauguraciones y fiestas patronales y armando alocados proyectos arquitectónicos feísimos. Son los mejores tramos del libro aquellos en los que se detalla la estupidez española de “desembarcar” en Nueva York -la música, la moda, la literatura- mediante la sabia estrategia de pagarlo todo ellos y no conseguir que nadie en Nueva York se enterara de dicho desembarco. Al parecer, cuando un español dice que desembarca en Nueva York con sus cosas, sus retales, su sector industrial está diciendo que ha alquilado por precios (pag. 117) escandalosos una sala del museo Guggenheim o de donde sea y la ha llenado con sus amigos para que luego la prensa española certifique desde Madrid que en Nueva York no se habla de otra cosa que de lo tonto que puede ser un español.
Y tiene mucha razón cuando escribe: «Entre todos los errores de la Transición española que se aireaban tan acusadoramente cuando aún nos estaba permitido el lujo de la obsesión por el pasado, uno de los más graves no lo ha mencionado casi nadie: la incapacidad de crear una administración pública profesional, solvente, atractiva como oportunidad de trabajo y de progreso personal, austera, ajena a la política y a los vaivenes electorales, escrupulosamente sujeta a la ley».
La verdad es que de cada capítulo se podría extraer una frase o una idea lapidaria. «Es triste que en en un país la idea de la fiesta incluya con tanta regularidad la ocupación vandálica de los espacios comunes, el ruido intolerable, las toneladas de basura, el maltrato de los animales, el desprecio agresivo por quienes no participan en el jolgorio: mucho más triste es que la autoridad democrática haya organizado y financiado esa barbarie, la haya vuelto respetable, incluso haya alentado la intolerancia hacia cualquier actitud crítica».
El capítulo 32 comienza de una forma que no parece escrito por un militante de la izquierda española: «Es misterioso que una izquierda que venía del laicismo de la II República abrazara con tanta convicción las celebraciones de la iglesia católica, y aceptara tan servilmente respetar cada uno de sus privilegios, no sólo entregándole el control de una parte de la educación sino además pagándole para que lo ejercitara, a costa de la educación pública».
Podía seguir contando lo que creo que es importante, pero prefiero que vosotros leáis el libro y saquéis vuestras propias conclusiones. Creo que Antonio Muñoz Molina ha realizado un buen repaso a la historia de España de los últimos treinta años.
El libro es una invitación a un debate imprescindible.
El autor:
Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda, Jaén, el 10 de enero de 1956. Cursó estudios de periodismo en Madrid y se licenció en historia del arte en la Universidad de Granada. Ha reunido sus artículos, reconocidos en 2003 con los premios González-Ruano de Periodismo y Mariano de Cavia, en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barral, 1986 y 1999), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987 y 1999), que recibió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, ambos en 1988, Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002), que ganó el Premio Planeta en 1991 y nuevamente el Premio Nacional de Literatura en 1992, Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Nada del otro mundo (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997),Carlota Fainberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna(Seix Barral, 2006) y Sefarad (2001; Seix Barral, 2009). Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Nueva York y está casado con la escritora Elvira Lindo.
El libro:
Todo lo que era sólido ha sido publicado por la Editorial Seix Barral en la Colección Biblioteca Breve. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 256 páginas.
Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.
Como complemento y hasta el momento que pueda poner la grabación realizada en la librería Mendez pongo el vídeo promocional del libro.
Vídeo Trailer – Todo lo que era sólido, de Antonio Muñoz Molina
Para saber más:
http://xn--antoniomuozmolina-nxb.es/
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