Una joya secreta de la literatura europea del siglo XX
Una historia de amor escrita con una elegancia absolutamente única
Estamos a finales del siglo XIX, en una playa del Mar del Norte donde nacerá una pasión absoluta y singular entre Émile y Maria. Será ésta quien nos cuente, cuarenta años después, una vez fallecidos los interesados, cómo fue aquel breve y fascinante amor hecho a medias de exaltación y de sumisión. Lo fugaz y lo eterno, así como lo imposible —pues ambos están casados—, marcan esta poderosa historia que nos recuerda en ocasiones a Stendhal y a Flaubert y que se anticipa a las novelas de Marguerite Duras o a las películas de Ingmar Bergman.
La propia autora Maria es la protagonista de la trama. Durante un tiempo descansará en la casa de la duna, un lugar situado en una playa del Mar del Norte. De visita se encuentra un amigo del matrimonio que junto con ella forma el pintor Theo Van Rysselbergue, un tal Hubert quien a su vez está casado. Ambas mitades de sus parejas disfrutan de sendos matrimonios felices, que, no obstante, al hallarse solos en tan idílico lugar permite que brote una relación imposible de evitar e imposible por conciencia de fructificar. Un amor romántico, sí, pero intelectual también, creado con gestos, roces, palabras -autoritarias en el caso de Hubert, miradas, poesía, paseos y mucha, mucha sensualidad con el freno echado por ambas partes pero con el deseo a flor de piel.
El paisaje de la playa ocupa el papel de telón de fondo de la obra, cielo, arena, agua, atmósfera, nubes y marea mueven sus hilos tirando de las marionetas de los amantes, haciéndoles sentir una u otra cosa. Los juegos de luces y sombra así como los silencios y las conversaciones miden la relación indicando al lector el punto en que se encuentra.
Evidentemente la primera lectura se obliga lenta y pausada, propia de un buen sillón o sofá. La relectura fructífera y provechosa devela multitud de detalles sustanciosos que completan y adornan una bella historia de amor y desamor contada cuarenta años después por la autora.
Pocas veces se ha dicho tanto y tan bien sobre el amor arrebatado y sobre su engarce en la realidad, aunque sea ésta una realidad de escritores y pintores bohemios al margen de «lo convencional»… y en el límite de lo onírico, como en algunas grandes obras de William Shakespeare.
Maria Van Rysselberghe nació en Bruselas en 1866 y murió en 1959 en los Alpes marítimos. Casada con el pintor Théo Van Rysselberghepronto tuvo acceso a los círculos más cultos de la Europa de la época, ya que pertenecía a una familia relacionada con el arte belga. Amiga de autores como el citado Émile Verhaeren (el Hubert de esta historia), fue sin embargo la amiga más íntima de André Gide y desde 1918 hasta la muerte del escritor en 1951 llenó diecinueve cuadernos con apuntes sobre todo aquello que rodeaba la vida del autor: citas, entrevistas, opiniones, extractos de sus novelas… De esta manera, los cuadernos de la Petite Dame, tal y como la llamaba el escritor por su pequeña estatura, se convirtieron en su obra magna, pero también escribió otros relatos, como la pequeña joya que Errata Naturae recupera para nosotros.
Hace cuarenta años (título original Il y a quarante ans) ha sido editado por Errata Naturae en su colección El Pasaje de los Panoramas. Traducido por Regina López, tiene un epílogo de Natalia Zarco. Encuadernado en rústica tiene 88 deliciosas páginas.
Para saber más:
http://www.erratanaturae.com/index.php/autores/maria-van-rysselberghe/