Hoy presento una novela que aunque ya tiene 2 años va por su 18ª edición… ¿y por qué?, y es porque hay muchos libros buenos, pero hay muy pocos tan divertidos como éste.
Ganadora del Prix Femina-Vie Hereuse en 1933, y mítico long-seller, «La hija de Robert Poste» está considerada la novela cómica más perfecta de la literatura inglesa del siglo XX.
Digna heredera de la tradición satírica británica Stella Gibbons utiliza el ingenio y los juegos de palabras para destacar lo ingenuos y superficiales que eran sus compatriotas en aquel tiempo. La Gibbons no deja títere con cabeza y se encarga de pasar por la quilla tanto a los escritores del ‘rustic melodrama’ romanticón de moda en ese momento. Mientras fusila a los y las pusilánimes y cándidas almas que suspiran por esos relatos empalagosos y cargantes.
¿Qué mejor que el humor para conseguir esto? Lo cierto es que la escritora pretendía mediante el esperpento hacer desaparecer la afición inglesa por los textos de Thomas Hardy o D. H. Lawrence, y sobre todos de Mary Webb, a la que hoy en día casi nadie recuerda. Lo sorprendente es que a ella -a la Gibbons- se la sigue leyendo y traduciendo mientras a la Webb sólo sabe quien es la wikipedia… y en inglés.
La difícil e impecable traducción de José Calles Vales nos permite disfrutarla en su mayor parte. En ella hallamos una prosa viva, directa y fácil de leer, con diálogos francos y sinceros que generan situaciones cómicas vez tras vez. El dialecto rural de Sussex y la fértil imaginación de la autora hacen el resto; no sólo los ‘paletos’ hablan como tales sino que la exageración y la invención aderezan la historia, que pese al esfuerzo de Vales únicamente en su lengua vernácula se aprovecha del todo.
Todos los personajes son caricaturas de grupos de personas británicas de la época desde la protagonista Flora, típica niña bien que se quiere comer el mundo y arreglar la vida de los demás, pasando por el predicador, el escritor, la criada a jornal, la matriarca, etc
La burla continúa con los pasajes almibarados y churriguerescos que adoban el texto de vez en cuando, los cuales hábilmente señalados con tres asteriscos nos hacen ‘partirnos la caja’ pero que de perversos no son casi exagerados. Las frases hechas y repetitivas desde el “vi algo sucio en la leñera” hasta el “siempre ha habido Starkadder en Cold Comfort” resaltan lo absurdo de la rural sabiduría popular al igual que los libros de autoayuda inventados sirven para que la protagonista avíe el entuerto. Los nombres también son jocosos, todos implican burla en el original y retratan a los personajes y los lugares donde más les duele. Desde la señora escarabajo hasta la familia víbora.
Abreviando, nuestro consejo es que no sigan buscando libro para leer, sino que se vayan pronto a la librería a comprar La hija de Robert Poste, seguro que no se arrepienten. ¡Ah! habíamos olvidado decir de qué iba. Bueno, ahí va la sinopsis: